jueves, 15 de diciembre de 2016

A Laura

Tu sonrisa; el inicio. Tu llanto; el final. Nunca me voy a perdonar.

Un año bastó para probar lo mejor. Un año de vida, los demás han sido para olvidar; todo en vano. No desapareces, nunca lo harás.
            Permaneces en mi mente; el sello se ha roto, me estoy deprimiendo. El hecho de verte en sueños significa el inicio de mi final. De nuevo miro algún lugar, un sitio distante; nuestro cobijo, viejo y antiguo refugio de penas y glorias.
            Abriste tu puerta, el telón se alzó. Te presentaste sin máscara, lanzaste tu confianza sobre mí. Un día, después otro y luego otro… tantos días no bastaron; conquistamos la noche. El tiempo nunca fue suficiente. El día no estaba completo si no te veía, la noche me atormentaba si no me abrazabas. Era un niño pequeño, tú una guerrera. Yo catorce y tu diecisiete.
            Aún recuerdo tu aroma, tu piel, tu perfume, tu refugio. Recuerdo mi fascinación al verte alaciar tu cabellera oscura, maquillar tu rostro mientras sonreías y me contabas historias. Tu voz… desearía escuchar tu voz una vez más, sin que fuese el recuerdo de un eco guardado en mi interior.
            Cada día esperaba por ti. Te recibía con inmensa alegría, me contabas tu día y yo el mío, después a dormir no sin antes enloquecer con nuestro vicio. El tuyo y el mío. Nuestro año perfecto, ese que fue nuestro. En mi memoria permanece el recuerdo al verte de vez en cuándo con tu amante, yo sonreía y me retiraba para dejarte con él. Tú me veías con pretendientes y enfurecías; amada, nadie te quitaría del altar.
            Tú amabas al niño que no se apartaba de tu lado, tu «muñeco-humano», cuánto adoraba ser tu muñeco-humano. Admirabas mi apariencia andrógina, mis palabras francas, mis travesuras inocentes. Acariciabas mi piel mientras yo me acurrucaba entre tus piernas. Tres en uno; hermana, amiga y amante. «Que el mundo arda, somos nuestros» Éramos nuestros y el mundo poco importaba. En cada noche una locura, una confesión
            Agarraste mi mano, me llevaste detrás. Probamos, hicimos, destruimos y reímos. Siempre serás mi mentora.
            Nuestros sueños, nuestras ilusiones, todo abandonado en el tejado donde observamos el cielo por última vez, antes de la noche terrible, antes del final, antes de la traición, antes de escuchar tu llanto entrecortado, antes de verte a mi lado; de pie, extraviada. «¿Por qué?», me preguntabas… «¡Lárgate!», me ordenaste y así me fui, dejando todo en tu hogar, dejando todo en ti. Y gritaste «Yo te amaba», me seguiste, quisiste golpearme fue cuándo emití las peores palabras de mi corta vida y te desprecié. Desde entonces hice de esas palabras mi maldición.

            Mi protectora, acudo a ti en cada caída y bloqueas los dolores presentes. El tiempo pasa, pasó, pero te recuerdo, te recordaré hasta el final, mi amiga, mi amada, mi mujer… ¿Cuántos años pasaron? Tuviste una hija, me hubiera gustado estar, pero si yo; ella no. Si ella; yo no. Sólo quisiera saber… ¿aún me recuerdas, Laura?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario